En una esquina de Buenos Aires, un vecino se detiene frente a lo que es paisaje cotidiano en la ciudad, un carro inmenso, cargado de cartones, una suerte de torre que ganaba, paso a paso, en alturas Cercano al carro estaba Juan con su equipo de trabajador reciclador, con unos ojos chispeantes que no se correspondían con la historia de injusticia social que seguramente comparte con miles de trabajadores de la economía informal. Le pidió permiso para retratar el carro con cierto prurito para no incomodar … Juan, en cambio, posó orgulloso junto a su herramienta de trabajo que le procuraba el sustento, y cada gesto, cada actitud de Juan lo llevaba al vecino a una nueva reflexión. Preguntó cuánto representaba en dinero ese montón de cartón, 10.000 le dijo Juan, y el vecino inevitablemente pensó en su gasto diario en alimentos, carnicería, super, verdulería, y más lo admiró Juan. Simultáneamente sintió que tenía que enviar un mensaje a esa parte de la sociedad que lejos de valorar esta tarea, suele considerar que “hacen eso porque no les gusta laburar” y las más de las veces en un gesto de tremenda discriminación se ponen a distancia “por las dudas”. 

El vecino entonces quería conocer más y hacerle muchas preguntas, pero Juan lo detuvo con un “me disculpas, tengo que seguir trabajando”, y el vecino se despidió orgulloso de ser parte de una sociedad que tiene muchos juanes, a la vez que experimentó vergüenza por la evidente naturalización de la violencia traducida en injusticia social. 

Lo saludó prometiéndole difundir por redes esa foto que aquí les comparto y aprovecho para abrazar a Juan y en él todos los Juanes laburantes, con un deseo profundo de un 2025 con equidad, no discriminación y libertad…de verdad.