La idea fuerza que intentamos transmitir en esta ponencia se refiere a que el enfoque de derechos, lejos de ser sólo un conjunto de normas e ideales, contiene las dimensiones operativas esenciales para reorientar la dirección antihumanista actual que se despliega en lo social.

Por Gabriel Bulgach

Antecedentes:

En la primera mitad del Siglo XX se produjeron al menos 4 fenómenos que revelaron un horror sin precedentes: la escalada de conflictos bélicos que involucraron múltiples naciones, territorios y continente denominadas primera (1914-1918) y segunda (1939-1945) guerras mundiales y que produjo la muerte de millones de personas; el estallido del primer “crack” financiero en EEUU (1929) y la subsiguiente “Gran Depresión”, indicando el potencial destructivo del sistema financiero, con independencia de la economía real; el plan de exterminio sistemático implementado por la Alemania Nazi contra una parte específica de la población y la utilización de la bomba atómica en 2 ciudades de Japón (Hiroshima y Nagasaki 1945).

Finalizada la segunda guerra mundial, en 1945 se crea el organismo internacional de Naciones Unidas a partir de la firma de la “Carta de las Naciones Unidas” que en su preámbulo expresa su compromiso “a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas…”

Luego se formula la Declaración de los Derechos del Hombre y sucesivamente, el conjunto de pactos, convenciones y demás desarrollos específicos que hacen a lo que se conoce como enfoque de Derechos Humanos. Al mismo tiempo, se crea institucionalidad internacional y nacional en cada uno de los países que van ratificando esos instrumentos, con la obligación de incorporarlos a sus respectivas Cartas Magnas y que sirvan de reglas de juego de la sociedad.

La última gran crisis mundial de mediados de siglo XX se resolvió en la formulación, desarrollo promoción e implementación del enfoque de Derechos. En términos socio políticos, éste se concretó, al menos en occidente, en lo que se conoce como el Estado de Bienestar, con un desarrollo potente de la protección social y la promulgación de derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales que transformaron el horror anterior.

La emergencia del estado de bienestar promovió la centralidad de lo político por sobre lo económico por algunas pocas décadas. El afán de lucro, la lógica del capitalismo con su imperativo de liberar los mercados, el avance en el conocimiento y la aparición de nuevas tecnologías, y la tendencia imperial de los EEUU acabaron por poner fin al primado de la lógica del estado presente, privatizando y reorientando la dinámica económica hacia la especulación y la siguiente concentración de recursos y riquezas socialmente generados. La aparición de los planteos neoliberales sustentados en el individualismo y la “libertad” terminaron por marginar el enfoque de derechos en favor de la reaparición de un darwinismo social en el que prevalecen los más fuertes y recae el fracaso sobre las espaldas de los más débiles justamente por su condición. Es el fracaso del proyecto de aquella primera comunidad de naciones que formuló e impulsó los tratados de Derechos Humanos quizás, en la aparente resolución de los horrores del pasado.

Varias décadas más tarde de su impulso original, podemos afirmar que el ideal expresado en el enfoque de Derechos Humanos es esencialmente incompatible con un sistema capitalista de mercado. En tanto el acceso al conjunto de bienes y servicios que permiten el ejercicio pleno de los derechos tenga que resolverse de forma individual en el mercado y su provisión por actores privados sea regida por la lógica de la ganancia, dicho ideal se transforma en sentido vacío, sólo cumplible para una parte de la población que cuenta con los recursos disponibles. Es esta misma condición la que anula el sentido del Derecho.

De nuevo en un escenario crítico

Hoy, abril de 2023, nos enfrentamos no sólo a condiciones similares a la de mediados de siglo pasado, sino con elementos de crisis que le otorgan un signo aún de mayor horror que la anterior. De frente a la posibilidad de un nuevo conflicto bélico mundial, a la amenaza del uso del arsenal atómico por múltiples actores (infinitamente superior al de 1945), a la dinámica creciente de la concentración de riqueza mundial y su contracara de exclusión de miles de millones de personas, al monstruoso tamaño de la economía financiera cuyo efecto de terremoto apenas vislumbramos hacia fines de la primera década del presente siglo, a la multiplicación de consecuencias que produce la transformación del clima mundial, al desarrollo e implementación de tecnologías que conducen a la irrelevancia social, económica y política de millones de individuos…

Es tal el nivel de crisis de sectores e individuos, que la multiplicación de reclamos y demandas no encuentran respuestas posibles en gobiernos que cada vez gobiernan menos. Asistimos casi perplejos a la incapacidad de los gobiernos por planificar sus programas. Y, al mismo tiempo, con la necesidad de encontrar respuestas, los discursos e ideologías del fascismo y las derechas ganas espacio en las mentes y corazones de individuos consumidos por sus temores de un presente y un futuro críticos. Países que han vivido una “primavera progresista” a principios de este siglo, apuestan nuevamente a las líneas de mano dura, de flexibilización de sus derechos, de recortes en la inversión social, reclamando así un “orden social” que ponga a cada quien en su lugar y se arregle como pueda.

En este contexto que se agudiza día a día, sostenemos que es el enfoque de Derechos Humanos el que contiene la capacidad de resolver la crisis nuevamente, reorientando la organización de lo social en una dirección Humanista.

Hacia un Estado Humanista

Al anterior estado de bienestar, bien podría reformularse hoy un Estado Humanista a implementar. La posibilidad de una revolución humanista en su aspecto externo, pasa hoy por la implementación inmediata del ideal desarrollado en el enfoque de Derechos Humanos.

Esta revolución humanista que en su aspecto social abreva en el enfoque de derechos, implicaría la desafectación inmediata del criterio de lucro en los campos más sensibles de las necesidades humanas: la alimentación, la vivienda, la salud, la educación, el transporte, la comunicación, la energía, el cuidado del ambiente y la distribución y acceso a recursos de desarrollo.

Como traducción directa de las prioridades de políticas públicas en un determinado país, el presupuesto nacional tiene que dar cuenta de la inversión social en función de los grados del cierre de las brechas de indicadores de vulneración de derechos que procesalmente se tiende a resolver.

Urge la disolución del sistema financiero especulativo y su reorganización desde una concepción social de la banca. Urge el proceso de nacionalización de la administración y producción de las diversas dimensiones que afectan derechos básicos como energía, acceso al agua potable y saneamiento, la producción y distribución de alimentos de calidad nutricional, el acceso a internet y comunicaciones. Urge una revisión de la propiedad de la tierra y la implementación urgente de nuevos centros urbanos que tiendan a descongestionar los altísimos niveles de concentración de población en pocas ciudades. Urge acordar cotas de ganancias y rentas máximas, de disolución de cualquier forma de concentración de recursos en pocas manos y el acuerdo para el impedimento de la formación de monopolios y oligopolios de cualquier tipo. Al mismo tiempo, la implementación de una renta básica universal, incondicional, individual, suficiente y permanente, en tanto el dinero se mantenga como función de valor y forma de acceso a bienes y servicios.

De este modo, el denso desarrollo teórico desplegado en lo que conocemos como enfoque de derechos se transforma de marco teórico e ideal de las condiciones de existencia de los individuos hacia un programa operacional susceptible de planificarse incrementalmente y que marque en el corto plazo, una reorientación de la organización de lo social en dirección humanista.

Por supuesto que esto será factible en la medida en que las poblaciones vayan transformando sus expectativas de individualismo sin sentido y/o que los niveles de crisis resulten tan formidables que finalmente terminen desatando catástrofes y tragedias de tal magnitud que los cambios en sentido humanista que proponemos resulten de una profunda necesidad compartida.