INTRODUCCIÓN.–
DE DONDE VENIMOS Y HACIA DONDE ELEGIMOS IR.
Desde los comienzos de su historia el ser humano ha buscado asociarse con otros
para mejorar su posibilidad de sobrevida. Sobrevivir al medio natural y al medio
social en que estaba inserto.
Así fue recorriendo múltiples caminos que lo llevaron a poblar todo el planeta,
adaptandose a climas inhóspitos y encrucijadas históricas donde los distintos
grupos humanos se enfrentaban luchando por la acumulación de bienes y poder,
que les dieran mayor capacidad de perpetuarse.
A su vez en la medida que avanzaban, las sociedades tuvieron que acordar ciertos
funcionamientos dando origen a los derechos y obligaciones que permitieron
mejorar la vida en las comunidades y que, posteriormente, se proyectaron a la
relación entre las distintas comunidades en lo que se llamó derecho internacional.
En cuanto al desarrollo de la ciencia, ha permitido en los últimos años desde
multiplicar la producción de alimentos hasta duplicar la esperanza de vida en
distintas zonas del planeta, si bien mejorando con ello las condiciones de vida tal
mejora no se ha producido de modo equitativo y universal.
Así,en materia de salud por ejemplo, se han producido avances significativos en el
tratamiento de enfermedades que afectaban a las poblaciones, aunque
paralelamente no se avanzaba en el acceso efectivo para todas las personas en
condiciones de equidad.
Además, la desigualdad social ha llegado a niveles históricos en los últimos años,
producto del proceso de concentración creciente de la riqueza acumulada que deja
a capas cada vez más amplias de la población sin posibilidad de cubrir sus
necesidades básicas.
Simultáneamente se desarrolló un potencial de destrucción inédito en la historia de
los conflictos humanos dados por la producción de armamento de destrucción
masiva, lo que pone en serio riesgo la supervivencia del ser humano en el
planeta.
Todo ello muestra que resulta imperativo un drástico cambio de dirección de los
acontecimientos para superar la situación actual. Necesariamente las nuevas
condiciones deberán partir de aquella premisa que no habrá progreso si no es de
todos y para todos , y que el progreso de unos pocos termina en el progreso de
nadie.
Si acordamos que el fin último de la sociedad humana es la superación del dolor y el
sufrimiento de todos los seres humanos, el reconocimiento efectivo de màs y
mejores derechos será el instrumento privilegiado en el avance de la verdadera
civilización humana.
1.- ESTADO, DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS.
UN ESTADO PENSADO NO HACIA ADENTRO, SINO EN EL MARCO
DEL PROYECTO DE CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN HUMANA UNIVERSAL.
Los “poderes” del Estado, no son los poderes reales que generan derechos y
obligaciones, que administran o ejecutan determinadas pautas. Pero al crecer el
monopolio del aparato y convertirse en el sucesivo (o permanente) botín de guerra
de facciones, ha terminado trabando la libertad de acción de los poderes reales y
también entorpeciendo la actividad del pueblo, sólo en beneficio de una burocracia
cada vez más inactual. Por ello, a nadie conviene la forma del Estado actual, salvo a
los elementos más retardatarios de una sociedad. El punto es que a la progresiva
descentralización y disminución del poder estatal debería corresponder el
crecimiento del poder del todo social. Aquello que autogeste y supervise
solidariamente el pueblo, sin el paternalismo de una facción, será la única garantía
de que el grotesco Estado actual no sea reemplazado por el poder sin freno de los
mismos intereses que le dieron origen y que luchan hoy por imponer su
prescindencia“. del libro Humanizar la tierra -El Paisaje Humano- Silo.
Todas las democracias exhiben hoy una profunda crisis de representatividad, crisis
que se verifica no sólo en la implementación de los sistemas, sino en su significado
mismo.
Aquello de que “el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus
representantes”, comprende, por lo menos dos falacias.
La primera en tanto no existe relación del pueblo con sus representantes. No hay
mecanismos constitucionales que establezcan los canales a través de los cuales se
dé la vaso comunicancia del pueblo con sus representantes, esto es, ámbitos de
intercambio, escucha, discusión, recepción de opiniones, observaciones y aportes
de los representados por sus representantes, para el sostenimiento de un vínculo
que debiera ser permanente frente a la dinámica social que va imponiendo su
agenda en tiempos tan cambiantes no solo en lo tecnológico sino en las relaciones
humanas en general. No hay tal “intermediación”.
En la práctica el pueblo delega sus facultades soberanas a favor de los que resultan
electos, y se desprende de ellas, para retomarlas en oportunidad de un nuevo acto
eleccionario. Las retoma ficticiamente ya que la nueva representación deviene en un
contrato de adhesión, donde las condiciones las pone el mandatario y no el
mandante.
No existe como en cualquier contrato, ni facultades claramente definidas en su
alcance y límites, ni obligación de rendir cuentas por los actos cumplidos en su
consecuencia, ni por tanto, posibilidad de revocar el mandato por incumplimiento, y
mucho menos obligación de reparar los eventuales daños derivados de esos actos
por extralimitación de facultades. No existe sanción, no existe responsabilidad
política ante la violación del mandato recibido.
La otra falacia es considerar que la representatividad que le otorga el pueblo con el
acto del voto, lo legitima para decidir en su nombre y conforme su propio criterio,
tanto en temas no incluidos en su propuesta electoral, como así contrariando esas
propuestas, cuando existieran.
Resulta imperativo, en aras de evitar semejante distorsión, establecer los alcances
de la representación recibida que necesariamente se complementará con la
activación de resortes de consulta, recepción de propuestas y ratificación o
revocación, en su caso, del mandato otorgado.
Habrá entonces de complementarse con mecanismos de consulta popular
vinculante para ciertas áreas de decisión y el deber de someter la gestión a la
aprobación o revocatoria de mandato, según normas cuyos requisitos deberán
facilitar la implementación de estos mecanismos.
Solo con instrumentos que establezcan la responsabilidad política de quienes
asumen funciones de Estado otorgadas por voto popular, nos acercaremos a la idea
de un pueblo soberano en sus decisiones.
Esto presupone no sólo que todos los poderes del Estado deben surgir de la
decisión popular expresada a través del voto, sino que la actuación de quienes
asumen sus funciones de gobierno debe estar legitimada mediante ratificación
periódica, a través de mecanismos claros.
A su vez, entendemos la representatividad no referida a la transferencia total y
absoluta del poder de decisión por el plazo de los mandatos a los electos
“representantes”, sino a la necesaria complementación con formas que permitan a
los ciudadanos acompañar las decisiones, o cuestionarlas, en su caso, con lo que la
representatividad se fortalezca evitando desvíos que terminan distorsionando o
traicionando la voluntad popular.
La crisis se expresa con el rechazo generalizado a las políticas antihumanistas,
desconocedoras de los derechos consagrados, el descreimiento, el no
acompañamiento y sobre todo, en la respuesta desde el Estado, represiva de
cualquier reclamo,evidenciando desconocimiento del origen del poder que ejercen.
Hacen efectiva la idea de que en estas democracias, el pueblo NO DELIBERA NI
GOBIERNA, ni tiene derecho a peticionar.
Efectivamente , los tiempos actuales muestran groseramente como se ha
desmadrado la acción desarrollada desde las instituciones de la democracia,
vaciándose peligrosamente de contenido y significado, abriendo la puerta a la
violencia institucional, a la violencia de retroceder en derechos, de no respetar y
garantizar derechos, lo que debiera constituir el núcleo del contrato celebrado entre
el votante y el candidato elegido .
El cheque en blanco a los representantes elegidos, no se corresponden con las
reglas de la democracia.
Esta distorsión en el ejercicio de la representatividad es funcional a un tipo de
Estado que ha ido transfiriendo el poder real al capital financiero internacional a
través de estructuras supranacionales.
Aspiramos a una democracia real en la que el pueblo tenga efectiva participación en
la toma de decisiones en aquellos temas que comprometen su presente y futuro.
Nos referimos a mecanismos de democracia directa que en la práctica ratifiquen o
rechacen decisiones adoptadas por los que coyunturalmente ocupen los espacios
institucionales de decisión. Esto implica más poder a la base social y menos
intermediación.
Un Estado fuerte no es un Estado omnipotente ni monopólico. Es un Estado que
garantiza derechos. Más Estado es más libertad y no al revés como el mercado
pretende imponer.
Un Estado garante efectivo de los derechos humanos que están reconocidos,
promotor de políticas basadas en el principio de progresividad de los derechos
impulsor de su mejora y ampliación, un Estado que aplique los recursos al máximo
de las posibilidades y esto se traduzca en políticas públicas definidas con un
enfoque de derechos humanos.
Porque la libertad está en los derechos, en su ejercicio efectivo, y su protección es
obligación ineludible del Estado, a través de los poderes que estructuran el sistema
democrático.
Es necesario definir la relación del Estado con la sociedad civil, la articulación entre
las funciones que el conjunto delega en el Estado y el rol de ese actor social cuya
participación activa fortalece al Estado en tanto, como sociedad, se reserva el
acompañamiento, la vigilancia y control social de los actos de gobierno, un Estado
como estructura al servicio de la efectivización de los derechos humanos que la
sociedad va construyendo e incorporando como eje orientador de la práctica política
y social.
Debe quedar fuera de discusión quién decide, por eso el monopolio de la fuerza que
hoy exhibe el Estado y pone al servicio del disciplinamiento de las sociedades, debe
ser también cuestionado y revisado.
No debe estar al servicio de la imposición de políticas opuestas al interés social,
sino referido exclusivamente a la actuación para impedir la comisión de delitos
definidos como tales en las leyes penales. Aquí, en relación con el hoy, se
corresponde avanzar hacia un cambio en la matriz formativa de quienes
conformarán los cuadros integrantes de las distintas fuerzas de seguridad.
Democracia real es consulta popular, referendum, revocatoria de mandato, iniciativa
popular: con requisitos que faciliten su implementación y no la tornen irrealizables.
Un sistema normativo que ponga marco a la organización social, concebida con un
enfoque de derechos humanos, seguramente no dejará lugar a la implementación
de prácticas regresivas en materia de derechos. Y si alguien lo intentara el sistema
mismo tendrá mecanismos para disuadir o impedir en su caso, semejante desvío.
A la base de esta intención de cambio, está la libertad en todas sus dimensiones,
están los valores representados por el sistema de derechos humanos, como única
garantía de seguridad humana.
Cabe traer aquí una cita de Silo: “Y un pueblo que esté en situación de aumentar
su poder real (no intermediado por el Estado o por el poder de las minorías)
estará en la mejor condición para proyectarse hacia el futuro como vanguardia
de la nación humana universal…”
Ante el desaliento que la crisis actual genera es bueno recordar otros momentos de
profunda crisis que vivió y superó el ser humano, apelando a esa experiencia en la
que frente a todos los caminos aparentemente cerrados, el ser humano siempre
encontró la salida.
Consideramos que en esta crisis de civilización, es necesario abrir nuevos caminos
hacia un futuro humanista. Esto requiere ir al núcleo del asunto y preguntarnos qué
entendemos por humanismo.
El Nuevo Humanismo o Humanismo Universalista, que se diferencia del Humanismo
histórico, aunque se reconoce continuador de aquel, destaca que no puede haber
humanismo que reconozca algún valor por encima del ser humano.
El Humanismo de hoy define al ser humano como el ser histórico cuyo modo de
acción social transforma su propia naturaleza.
La crisis actual pone en evidencia la emergencia de lo humano y la necesidad de
abordarlo desde lo existencial.
El Nuevo Humanismo desarrolla en profundidad este aspecto, en palabras de Silo
“el Humanismo extrae su explicación del mundo, de los valores, de la sociedad, de
la política, del Arte y de la Historia, básicamente de su concepción del ser humano,
“no puede llegarse al ser humano desde otro punto de arranque que no sea el ser
humano”, es menester partir de la estructura de la vida humana, de su libertad y su
intención..” y agrega que “ningún determinismo o naturalismo puede convertirse en
humanismo, porque su supuesto inicial hace accesorio al ser humano”.
Es desde este enfoque y concepción del ser humano que consideramos puedan
desprenderse respuestas orientadoras para la ampliación de su propia conciencia,
superadora de la violencia como parte de su estructura.
Es en esos elementos constitutivos de lo humano, donde anida la posibilidad futura
de una estructura social verdaderamente humana.
2.- DERECHOS HUMANOS Y MERCANTILIZACIÓN DE LA VIDA.
“He aquí la gran verdad universal: el dinero es todo. El dinero es gobierno, es ley, es
poder. Es, básicamente, subsistencia. Pero además es el Arte, es la Filosofía y es la
Religión. Nada se hace sin dinero; nada se puede sin dinero. No hay relaciones
personales sin dinero. No hay intimidad sin dinero y aún la soledad reposada
depende del dinero.
Pero la relación con esa «verdad universal» es contradictoria. Las mayorías no
quieren este estado de cosas. Estamos pues, ante la tiranía del dinero. Una tiranía
que no es abstracta porque tiene nombre, representantes, ejecutores y
procedimientos indudables”. Del libro Cartas a mis Amigos. Sexta Carta. Cap I: El
Capital Mundial (1994) Silo.
Entre mercado y derechos hay una contradicción esencial, en tanto que el acceso a
los bienes y servicios necesarios para la existencia están mediados por el dinero.
En el sistema actual, sin dinero no se puede acceder a aquello que requerimos para
la vida.
El que tiene empleo cuenta con dinero y el que no trabaja o no se esfuerza por
conseguir un trabajo no obtiene el dinero necesario para conseguir lo que necesita
para la subsistencia propia y del entorno inmediato dependiente. Para esta cultura,
el monto de remuneración en dinero por un mismo tiempo de trabajo es producto del
mérito y la trayectoria personal. Este es un punto muy sensible al enfoque de
derechos que plantea una igualdad esencial de los seres humanos. Su abordaje es
muy complejo en el contexto de la hiper diferenciación que nos plantea el
individualismo imperante, aceptándose naturalmente que las horas de trabajo de un
gerente de bancos valen mucho más que las mismas horas de un maestro de
escuela o de las de aquellos que cotidianamente despejan las áreas urbanas de los
desechos y basura que producimos.
Quizás en los tiempos de oro del capitalismo industrial tenía sentido la generación
de políticas de pleno empleo. Pero, desde hace décadas, el viraje hacia la
financiarización del sistema capitalista deja por tierra cualquier intención de
considerar el tema. Al mismo tiempo, la revolución en las tecnologías de la
comunicación, el desarrollo de sistema de inteligencia artificial y su traducción en
una automatización creciente de amplios sectores en la economía, van desplazando
el trabajo humano y reduciendo los montos salariales. Como corolario, se destruyen
puestos de trabajo y aparece nuevamente la categoría de trabajador pobre. Algunos
autores señalan alarmados el fin del trabajo asalariado, al tiempo que se alzan las
voces sobre los efectos del aumento de la productividad en el ambiente, en la
obsolescencia programada de los objetos, de las desigualdades de género en los
mercados.
Varios siglos de distintas variantes del capitalismo permiten concluir que las
premisas de dejar que las fuerzas de la mano invisible del mercado abonará el
bienestar general, que la concentración de la riqueza se compensan por la teoría del
derrame, que la meritocracia es la mecánica por la cual cada quien asume su rol en
lo social, y que la identidad personal se constituye en función de la trayectoria
laboral, son falacias que se corresponden con un mundo que debe terminar de
morir.
Estado Humanista y políticas públicas
El enfoque de derechos, lejos de ser sólo un conjunto de normas e ideales, contiene
las dimensiones operativas esenciales para reorientar la acción estatal en una
dirección humanista.
Al anterior estado de bienestar, bien podría reformularse hoy un Estado Humanista
a implementar. La posibilidad de una revolución humanista en su aspecto externo,
pasa hoy por la implementación inmediata del ideal desarrollado en el enfoque de
Derechos Humanos.
Esta revolución humanista que en su aspecto social abreva en el enfoque de
derechos, implicaría la desafectación inmediata del criterio de lucro en los campos
más sensibles de las necesidades humanas: la alimentación, la vivienda, la salud, la
educación, el transporte, la comunicación, la energía, el cuidado del ambiente y la
distribución y acceso a recursos de desarrollo.
Como traducción directa de las prioridades de políticas públicas, el presupuesto
nacional tiene que dar cuenta de la inversión social en función de los grados del
cierre de las brechas de indicadores de vulneración de derechos que procesalmente
se tiende a resolver.
Entre otros aspectos clave, urge la disolución del sistema financiero especulativo y
su reorganización desde una concepción social de la banca. Urge el proceso de
nacionalización de la administración y producción de las diversas dimensiones que
afectan derechos básicos como energía, acceso al agua potable y saneamiento, la
producción y distribución de alimentos de calidad nutricional, el acceso a internet y
comunicaciones. Urge una revisión de la propiedad de la tierra y la implementación
de nuevos centros urbanos que tiendan a descongestionar los altísimos niveles de
concentración de población en pocas ciudades. Urge acordar cotas de ganancias y
rentas máximas, de disolución de cualquier forma de concentración de recursos en
pocas manos y el acuerdo para el impedimento de la formación de monopolios y
oligopolios de cualquier tipo. Al mismo tiempo, la implementación de una renta
básica universal, incondicional, individual, suficiente y permanente, en tanto el
dinero se mantenga como función de valor y forma de acceso a bienes y servicios.
3.- LA COMUNICACIÓN Y LOS DERECHOS HUMANOS.
Un Estado que ponga al ser humano como valor central y una economía que
priorice la vida humana son un grito al vacío en tanto y en cuanto los medios de
comunicación estén en manos del gran capital o condicionados por éste.
Los gobernantes de los países centrales hace mucho tiempo que están tratando de
limitar el poder de las cinco grandes tecnológicas, que manejan la comunicación y el
concepto de tecnología de la comunicación, unidos ineludiblemente.
Barack Obama y Angela Merkel, durante sus respectivos gobiernos, trataron de
condicionar el poder de penetración en occidente de estas corporaciones y Vladímir
Putin puso el acento en el control de las redes sociales en Rusia para frenar la
penetración cultural de la OTAN y sus brazos comunicacionales.
El poder del dominio de los algoritmos es la manifestación del poder sobre las
conciencias humanas por su rol de constructor de sentido.
La comunicación como derecho humano viene configurándose desde los albores de
la civilización, aunque haya tenido que enfrentarse a las resistencias planteadas por
el poder real en cada época. Hoy con la apropiación de las tecnologías de la
comunicación por parte de ese poder real, vuelve a estar en inferioridad de
condiciones y nuevas metodologías de lucha se imponen a los pueblos.
El poder que va acumulándose en los medios de comunicación, los constituye en un
factor determinante. Tal que los Estados, de “perseguirlos” para limitar ese poder,
hoy los van convirtiendo en “interlocutores necesarios”.
Basta observar al presidente de Argentina Javier Milei, que en lugar de intentar
organizar su agenda en Estados Unidos con el presidente Joe Biden, se reúnió con
Mark Zuckerberg, dueño de Meta, el CEO de Apple, Tim Cook, el de Google,
Sundar Pichai o varias veces con Elon Musk, empresario que posee la red social X
(ex Twitter) y Tesla, en otras oportunidades .
La disputa por el agua y por los alimentos se ha extendido al litio y a los minerales
raros que son parte ineludible del proceso tecnológico, Los medios de comunicación
monopólicos tienen intereses directos en estas industrias e interfieren en la
regulación de los Estados en relación a su explotación y comercialización. Poco
importa la localización geográfica de estos bienes naturales. Solo se trata de
dominar y apropiarse de los sistemas de gobierno para usufructuar sin fronteras
esos bienes.
Este marco conceptual está teñido por fake news, frivolidades,
excentricidades, que son parte de la construcción de sentido que producen los
medios de comunicación para cerrar, en connivencia con el poder judicial corrupto
en su mayor parte, el circuito de dominación.
Construyen un relato legitimante, con el que crean consensos en clave de
posverdad, evitan el gasto y la mala imagen de la coerción, todo lo que pueden y
consolidan una hegemonía, aparentemente inconfrontable.
La comunicación es, en definitiva, un campo de disputa de quienes construyen
sentidos y sobre qué sentidos se construyen.
Ese es el estado de las cosas y las dirigencias políticas transitan entre el
desconcierto y la inacción en el marco de una gran desorientación que los nuevos
paradigmas producen. También están los que se juegan a la vil apuesta de ser parte
de ese sistema de dominación. Eso sí, siempre con la validación de los medios de
comunicación dominantes, o sus dueños reales. El gran Capital.
Como derecho, es necesario convenir en que es un tema de todos los que son
parte, aunque los prejuicios que instalan los medios de comunicación corporativos,
el mercado y el neoliberalismo – prejuicios que siguen insertos, como acción de
forma, en el sustrato del pensamiento de la población, abonado por la
fragmentación social, vienen impidiendo que quienes son parte, lo asuman.
Es necesaria la transversalización para que rija la justicia social y la justicia del
derecho a comunicar. No hay democracia sin derecho a la comunicación, porque en
definitiva de lo que se habla con el derecho a la comunicación es distribución de la
riqueza.
Por cuanto el derecho humano a la comunicación, con todas sus implicancias –
como la libertad de prensa, la libertad de expresión, el derecho a la información, la
democratización de los medios de comunicación, la regulación y control de los
algoritmos y el uso de la inteligencia artificial- es parte ineludible de consideración
para la construcción de la Nación Humana Universal.
Conclusión: Consideramos que es asumiendo que la finalidad de la vida humana en
el planeta es el crecimiento en las mejores condiciones para todos, que podremos
visualizar como proyecto social la construcción de una Nación Humana Universal
donde todos se sientan parte responsable e integrada al destino común.
Esta utopía que sigue creciendo, es la que impulsa al ser humano y se irá
develando en la medida que se reconozcan más y mejores Derechos para todos, no
como una simple aspiración, sino como derechos efectivizados universalmente.